lunes, 17 de septiembre de 2007

¿Será que tienes sed?


¿Sientes que te falta algo? ¿Buscas y buscas y buscas? Y te sientes un poco incompleto, necesitas de Dios, que te hable, que se exprese, de alguna manera. Sabes que existe, sabes que te oye, sabes que te ama, que no te desampara pero aun así necesitas algo más. Vas a la iglesia, oyes su palabra, pero sigue faltándote algo. ¿Te has sentido de esta manera? ¿No será que tienes sed? Sed de Dios, del Don de Dios… el Don del Espíritu Santo.

Cuando hay agua en el desierto, aunque no aflore en la superficie, se nota porque la vegetación es más densa. Lo mismo pasa con lo que vivimos, con el Espíritu Santo nuestros actos se hacen mejores, nuestras decisiones más correctas, nuestros pensamientos más ordenados hacia lo esencial.

A veces estamos en medio de un desierto y a veces ni cuenta nos damos. Estamos secos. Muertos casi de sed, de una sed distinta que no sabemos distinguir como sed, porque no conocíamos que existe esa agua viva!

Así que si tienes sed comienza a pedir al Señor de esa agua viva, que te dará la vida eterna, deja que corra por tu alma y por tu ser como dice la canción. “Yo tengo un gozo en mi alma y en mi ser, y es como un río, río de agua viva, ríos de agua viva en mi alma y en mi ser”. Bebe de esa agua y limpia tu casa interior con ríos de agua viva y déjate guiar por el Espíritu Santo. Verás como al agua viva ir saciando tu sed, verás las cosas de otro modo, de uno más limpio, más verdadero, más esperanzador, más de fe, más cercano a Dios. Y tu sed será saciada para siempre.

Juan 4:10-14

Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el Don de Dios, y quien es el que te dice: Dame de beber; tu le pedirías, y él te daría agua viva. La mujer le dijo: Señor, no tienes con que sacarla, y el pozo es hondo. De donde, pues, tienes el agua viva? Acaso eres tu mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no será tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.

Juan 7:37-38

En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.

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