sábado, 29 de mayo de 2010

Sigue Luchando, No te rindas.


Sé que hoy te has vuelto a preguntar cuándo será el momento en que sientas que la felicidad llega a tu vida. Porque hace ya muchos días que no sonríes de gozo, sino que más bien sonríes, esperando que algo bueno pase en tu vida. Es esa sonrisa que a veces dan las personas cuando lo que quisieran es llorar, pero aún cuando quisiera llorar, sonríen esperando que un milagro acontezca y cambie todo.

Las lágrimas recorren tus mejillas, no puedes casi respirar porque sientes un dolor tan grande en tu corazón que no lo puedes ni explicar. Jamás pensaste, ni en tu pesadilla más vivida, que ibas a tener que atravesar todo este túnel oscuro. Y el desierto ha sido agobiante y extenuante. Todos los que dijeron que estarían contigo se fueron, te dejaron solo, te abandonaron dejándote naufragar en un mar del que sientes que no podrás escapar o sobreponerte.

Pero cuando ellos se han ido, yo he permanecido. He sido todo lo que has tenido cuando lo demás han faltado. Y he estado ahí no por obligación, sino porque mi amor por ti es tan inmenso que no alcanzas a imaginarlo ni paparlo. Yo te he sostenido con las cuerdas de mi misericordia.

Hoy quisiera recordarte de manera sencilla, que aunque parezca que todo va en tu contra, yo sigo teniendo el control. Pueden azotar los vientos y la barca puede tambalear, pero yo te tengo asido entre mis brazos. Tú estás escondido y protegido muy dentro de mi corazón. Los dardos podrán herirte, pero no has de morir en esta batalla, porque yo soy el que te va a dar la victoria.

Quiero que descanses, que te sientas seguro, que dejes de pensar en todo lo que te ahora mismo te está agobiando y recibas todo ese amor que tengo para darte porque tú eres de mi propiedad. Eres tan mío, tan amado, tan especial y yo quiero que estés receptivo no a los problemas ni a las circunstancias, sino a todo lo real que puedo darte. Porque mi Espíritu quiere derramarse en tu vida e inundarte de esas cosas que solo mi presencia puede darte.

Quiero que entiendas que tus lágrimas me importan, que tu silencio me conmueve y que comprendo tu soledad porque yo mismo la experimente horas antes de dar mi vida en la cruz por ti. No pienses que soy ese Dios castigador, que quiere agobiarte o hacerte sentir inferior. No es esa mi esencia ni mi intención. Yo quiero bendecirte, pero hay cosas en las que debes esperar aún por un tiempo. Hay lecciones que todavía deberás aprender. Porque cada batalla hace que tus destrezas de soldado se agilicen y se perfeccionen más.

Hay consecuencias que las traen el pecado o las decisiones que muchas veces las personas toman separadas de mí. Y en la vida hay una ley de siembra y cosecha. Pero yo no vengo a dictar tu sentencia, yo vengo a soplar sobre tu espíritu vida para que tus huesos se renueven, para que tu alma reciba ese toque.

Aunque sé que no es mucho lo que puedas entender en estos duros momentos que enfrentas, quiero que tengas la certeza de que independientemente si sientes o no mi presencia, sigo estando ahí, justo a tu lado. Come mis palabras porque ellas te sustentarán y darán aliento cuando sientas que ya no puedes más. No dejes nunca de comunicarte conmigo, porque solo en mi presencia lograrás salir airoso de esta tormenta. Llénate de mí porque yo habito en ti.

Tu momento llegará y entonces sí que sonreirás. Tu corazón brincará por la emoción y tu alma entonará nueva canción. El llanto será cambiado en alegría.

Hij@ mí@, sigue luchando, no te rindas.


Autora: Brendaliz Avilés